CODEPENDENCIA
En el ámbito de las adicciones a las personas codependientes se les conoce como coadictos, y se entiende la codependencia o coadicción como una adicción de orden afectivo.
En este tipo de familias disfuncionales, donde la mayor parte de la energía gira en torno a la persona que consume sustancias, suele existir al menos una persona codependiente (cónyuge, padre, madre y/o hijo), que es a su vez adicta al dependiente. Es decir, el coadicto muestra también un patrón adictivo. Su preocupación por el adicto es similar a la del adicto por el consumo, y así como este pierde el control sobre su manera de consumir, el coadicto pierde el control sobre el adicto.
Puestos a utilizar algún término para describir a estas personas que presentan un patrón exagerado de dependencia, y que están tan pendientes del otro que llegan a ser negligentes consigo mismas, utilizaría el de codependiente, porque lo mismo da que se hayan unido a un adicto que a cualquier otro tipo de enfermo (psicópatas, narcisos, dependientes) a quién mirar y cuidar para no mirarse a sí mismos y para encontrar en este responsabilizarse de la vida del otro, un sentido para la suya.
Las personas codependientes han gestado esta forma de estar en el mundo en su infancia. Se construyeron así porque en sus familias de origen posiblemente no pudieron ocupar el lugar que les correspondía, o porque sus cuidadores no pudieron estar tan disponibles como ellos necesitaban y tuvieron que esforzarse para ser vistos y queridos. Quizás alguno de sus padres también fuera adicto, o enfermo, o no estaba.
Con todo esto quiero decir que el principal y único problema del codependiente, aunque habitualmente se piense lo contrario, no es su familiar “necesitado”. Su problema principal es él mismo, que siempre ha estado en segundo plano, cuidando y/o responsabilizándose de otro, sin ocuparse de sí mismo, y sin tomar el lugar que le corresponde en la vida.
Para sanar, independientemente del proceso que haga su familiar, y estando él o no involucrado, la persona codependiente ha de iniciar un proceso personal donde sea, por primera vez, el protagonista de su vida.
Y esto es aplicable a las familias disfuncionales y narcisistas de los adictos. Para que sane el sistema familiar es necesario que cada uno sanemos individualmente, tomando el lugar que nos corresponde y dejando disponibles los lugares que otros han de tomar. Desde ahí es donde podemos ir reparando vínculos y trascendiendo patrones de dependencia que venimos arrastrando durante generaciones.
Mamen Carrascal
Psicóloga